No siempre se puede viajar tan lejos como hace dos post, ni siempre apetece estar viendo la cara de los mismos gorriones (como en la entrada anterior). Así que, cuando busco algo intermedio, siempre aparecen las aves limícolas. Y esto es así por una serie de razones fáciles de entender:
- Hay un gran abanico de posibilidades (tanto al lado de casa como a menos de una hora en coche).
- Entre las de los pasos y las invernantes están disponibles en casi todas las épocas del año.
- Fruto de esta variabilidad las podemos fotografiar con distintos plumajes y con muy diversos comportamientos.
- Y, sobre todo, puedes ir a por ellas sin preparación previa. Sin hide, sin camuflaje. Sin cebar previamente. Como a mi me gusta.
- E incluso, si no las localizas, has podido dar un gran paseo por alguno de los parajes más impresionantes de nuestra costa.
Así fotografié en el paso otoñal este Correlimos Común (Calidris alpina). Rebozado literalmente por el suelo en la marisma norte de Baldaio y en buena compañía.
Una gozada. Poco más que pedir.
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